Caso Asunta - Ricardo Pérez Lama - Rocío Beceiro González

El jurado del caso Asunta delibera asesorado por el juez

Ricardo Pérez Lama y Rocío Beceiro González. Lama y Asociados.

La Voz de Galicia.

El presidente del tribunal guiará con sus preguntas a los nueve miembros.

Lo que le queda de vida a Rosario Porto Ortega y Alfonso Basterra Camporro ya no depende de lo ocurrido hasta el 21 de septiembre del 2013, cuando su hija fue asesinada. Los próximos años estarán en prisión o en libertad, y todo queda subordinado a lo sucedido entre el 30 de septiembre y el 23 de octubre en la sala de bodas de los juzgados de Santiago, habilitada para acoger el juicio en el que le piden entre 18 y 20 años de prisión para ambos por un delito de asesinato con alevosía.

El magistrado Jorge Cid Carballo, presidente del tribunal, dedicará las primeras horas del día de hoy a perfilar un cuestionario más o menos amplio que a continuación debatirá con el fiscal y los abogados de las partes, las dos defensas y los letrados de la acusación popular. Su redacción es más que importante. Del tenor literal de estas preguntas se podrán establecer los hechos probados, y la fórmula y las palabras son claves, como se demostró en los informes de conclusiones de las dos partes acusadoras. Por ejemplo, el fiscal Jorge Fernández de Aránguiz hizo un cambio de última hora, probablemente por no considerar suficientemente probado que Alfonso Basterra estuvo en el chalé de Teo la tarde del 21 de septiembre. De ahí que considere que ambos, elaborando un plan conjunto, drogaron a la niña, y los dos «o al menos Rosario Porto» ejecutaron la asfixia que finalmente acabó con la vida de Asunta. ¿Qué pretende evitar el ministerio público con esta puntualización? Si esa pregunta es trasladada por el juez a los jurados de la manera en la que estaba planteada inicialmente podría encontrarse con una votación a favor de los acusados, que solo requiere cinco de los nueve votos (si es en contra necesita siete de los nueve). Y no sería de extrañar, pues una de las lagunas evidentes de las acusaciones es demostrar la presencia de Basterra en el chalé de Teo aquella tarde. De ahí que el fiscal y los letrados de la Asociación Clara Campoamor hayan insistido tanto en que «tan asesino es el que asfixia como el que pone los medios para que así suceda».

Aislados pero asesorados.

Sobre las doce del mediodía está previsto que los nueve miembros del jurado se reúnan con el juez para conocer las preguntas que, además de dar los hechos por probados o no, ayudan a traducir conceptos legales que matizan en gran medida la pena o ausencia de ella. Así, parece evidente que tendrán que responder al hecho de si consideran que, antes de la asfixia, se produjo una sedación muy profunda y si se maniató a la víctima momentos antes de morir: «Está en juego la alevosía», explicaba el fiscal en sus conclusiones. Fernández de Aránguiz fue el más firme a la hora de dirigirse al jurado en su última exposición: «A la hora de votar, sigan las instrucciones del presidente y si hay algo que no tienen claro, pregunten».

Podrán deliberar el tiempo que necesiten, e incluso hoy a última hora podría haber veredicto, aunque en entornos judiciales lo consideran muy precipitado. Mañana sería más razonable.

Las cuestiones van al grano y las respuestas hay que fundamentarlas en el juicio.

El juicio por el crimen Asunta consumió durante tres semanas horas de discusión sobre temas muy concretos con los que las partes trataban de contextualizar los hechos. Desde el pasado viernes todo pasa a un segundo plano y las cuestiones sobre las que debatirá el jurado serán específicas y solo sobre los hechos concretos y más relevantes. Por ejemplo, los episodios de sedaciones previos a la muerte de la niña, que para la investigación son esenciales para entender lo que ocurre el 21 de septiembre, podrían darse por descontados. Existieron, porque lo indica de forma inequívoca el informe de toxicología realizado sobre muestras de cabello de Asunta, pero el relato se construye sobre testimonios y declaraciones contradictorias de los acusados.

Otros temas que capitalizaron la vista oral, como la aparición de rastros de semen en la camiseta de la niña (por contaminación en el laboratorio) o la credibilidad de los testigos que estuvieron en el lugar en el que apareció el cadáver, pasan directamente a un segundo plano. Las cámaras, los teléfonos móviles e incluso los testimonios pasan a ser simples apoyos, porque las preguntas serán mucho más directas, al grano: ¿Considera probado que los acusados (uno de ellos o los dos), en un plan conjunto, sometieron a su hija Asunta a la ingesta de una cantidad tóxica de lorazepam? ¿Creen que Rosario Porto trasladó a su hija al chalé de Teo? ¿Momentos antes de morir, y sin poder oponer resistencia los dos o uno de ellos asfixiaron a la víctima? ¿La trasladaron ellos a la pista de Feros? Las respuestas no pueden ser subjetivas. Todas tienen que estar razonadas y basadas en algún testimonio o prueba pericial que haya aflorado durante el juicio.