Lama Asociados - Caso Asunta - Ricardo Pérez Lama - Rocío Beceiro González

La acusación popular: «Asunta percibió el peligro, que procedía de su entorno más íntimo, el familiar»

Ricardo Pérez Lama y Rocío Beceiro González. Lama y Asociados.

La Voz de Galicia

La representación de la asociación Clara Campoamor destaca en sus conclusiones del juicio que Alfonso y Rosario tuvieron a su disposición durante el verano 175 comprimidos de Orfidal.

La representación letrada de la asociación Clara Campoamor, la acusación popular, inició sus conclusiones con el ánimo de ser «la voz de Asunta Basterra». Porque a juicio de la abogada Rocío Beceiro, «Asunta habló» durante los últimos meses y alertó de cada uno de los capítulos que derivaron en su muerte. Advirtió a través de un wasap que habían querido matarla (el suceso del 4 al 5 de julio con un hombre en casa) y después alertó de que la estaban drogando «con polvos blancos». Y a juicio de la asociación, «nos dice quién: sus padres. Asunta percibió el peligro, que procedía de su entorno más íntimo, el familiar».

Para Beceiro, no hay una explicación para el móvil, porque para cualquier persona normal «parecería injustificado»: Sin embargo, en el caso de Alfonso Basterra, cree constatado que «es un hombre sin oficio ni beneficio que, o encontraba algo poderoso para seguir vinculado a Rosario Porto, o no tendría con qué vivir». Y, además, incidió la letrada, «sabe que si él sale absuelto de este caso podrá pedir una indemnización a la acusada», a la que ha defendido incluso en el juicio teniendo evidencias muy «sólidas» en su contra.

Para la Asociación Claro Campoamor, el suceso del hombre de los guantes de látex es «rocambolesco». Le parece poco creíble que de todas las casas de Santiago un hombre entre en la casa de Asunta porque quedan las llaves puestas. «¿Y las llaves del portal, también estaban puestas?». Dice Beceiro que los padres silenciaron todo lo que pudieron este hecho hasta que Asunta, una vez más, habla, y cuenta en el coche de su amiga de camino a Portonovo lo que había sucedido. «Es ahí cuando los padres acuden a la policía», pero no ponen denuncia. El «secreto» había salido del círculo familiar.

«Nunca llevaron a su hija al médico»

Con respecto al lorazepam, la acusación popular considera probado que Alfonso y Rosario tuvieron a su disposición durante el verano 175 comprimidos de Orfidal. Además, identifica los tres episodios de intoxicación (Escuela de Altos Estudios, academia Play y ausencia en el instituto, en julio y septiembre) con la compra del medicamento por parte de Basterra. Y además, siempre durmió en su casa la noche anterior. «Estos padres pluscuamperfectos», dijo con ironía Beceiro, «nunca llevaron a su hija al médico» a pesar de los evidentes síntomas que presentaba de malestar. Sobre la disculpa de la alergia, destaca que «ningún perito detectó antihistamínicos» en los análisis de Asunta.

El «mejor verano» de la vida de Asunta

La acusación popular destaca además que «el mejor verano» de la vida de Asunta tuvo lugar durante la etapa en la que la niña está con su madrina en Vilanova y con su cuidadora en Val do Dubra. En ese período «no hay» episodios de intoxicación porque los padres solo estuvieron cuatro días con ella. «Padres que no trabajan y que dicen que no tienen tiempo de ir a ver a Asunta ni el día de su santo», reprochó Rocío Beceiro.

También hizo referencia la acusación al 20 de septiembre, el día en que Rosario pasa con su amante en Vilagarcía, en el que manda varios mensajes a una amiga en los que hace referencia a lo feliz que es al lado de Manuel, a pesar de saber que «no debe». Alfonso le llamó continuamente durante ese día, y le puso las mismas disculpas que le daba durante la anterior etapa de infidelidad. Por ese motivo, porque Rosario no llegó a casa ese día, Asunta durmió un día más en casa de Alfonso.

Sobre el día de la muerte de la niña, considera que en el «diminuto» piso de Basterra es imposible machacar 27 pastillas de Orfidal sin que se dé cuenta otro adulto: «De común acuerdo le dan el lorazepam». A partir de ahí, para la acusación popular ambos «mienten» en todas las versiones que fueron ofreciendo. «Todo es falso y rocambolesco» y no le vale la disculpa de las lagunas a la ingesta de Orfidal, porque en la versión de los hechos que da a los policías, a los guardias civiles y a los amigos a los que llaman no estaba bajo los efectos del medicamento.

Según Beceiro, el testimonio de Clara Baltar evidencia que es Basterra el que mete en el coche de Rosario a Asunta. Y «todo apunta» a que estuvo en Teo, porque cree que pudo salir de su casa sin que lo vieran las cámaras, porque todo se manipuló con guantes (aparecieron unos sin usar) y porque aparece el perfil genético de Basterra en la braga de la niña, transferencia que considera más creíble que se produjera en el traslado del cadáver que por ponerle la ropa para vestirse aquella mañana.

Admite la acusación que no se puede saber quién ejecuta la asfixia sobre Asunta en el chalé de Teo, «no hay cámaras como en el resto del relato», pero los responsables «son los dos», independientemente del acto físico de ponerle algo blando sobre la boca y la nariz. Por lo demás, los elementos que aparecen en la papelera de la habitación les parecen «determinantes», sobre todo en el caso de las cuerdas y de los pañuelos «húmedos», según la Guardia Civil.

La Asociación Clara Campoamor considera (sin más explicaciones) que Alfonso volvió a Santiago mientras Rosario iba a la pista de Teo con el cadáver en la parte posterior del Mercedes, donde aparecen restos orgánicos de Asunta y desaparecen las alfombrillas.

La coartada de Basterra

Le parece también sorprendente a la acusación que en todas las llamadas que hace Rosario ella relata toda su coartada en todas las ocasiones y siempre dice que dejó a la niña a las siete de la tarde estudiando en casa. Alfonso, mientras, que no da señales en toda la tarde, aparece hasta 9 veces por delante de una cámara de un banco cuando, a su juicio, pone en marcha su coartada. Y otro hecho extraño más: entre que se dan cuenta de que Asunta no está en casa hasta que están en la comisaría con una foto «solo pasan 41 minutos». Rocío Beceiro terminó este relato destacando que «ningún padre se olvida de dónde vio por última vez a su hija».