Todas las mentiras del Chicle

Ricardo Pérez Lama y Ana Fernández Berini. Lama y Asociados.

La Voz de Galicia.

Las pruebas contra Abuín lo dejan al borde de las condenas por asaltar y asesinar a Diana Quer y a la espera de saber qué valor se otorga a la autopsia encarga por la Audiencia.

José Enrique Abuín Gey es dado «a la atribución externa de responsabilidades y a la justificación como forma de autodefensa». En pocas palabras: mentir si se ve en apuros. Un rasgo que arrastra desde la infancia: «Su escolarización se truncó por problemas con una profesora que se negó injustamente a aprobarle, por lo que repitió sexto de EGB y luego abandonó los estudios en séptimo», recogen en su informe las cuatro testigos forenses del Imelga que lo evaluaron, ya detenido por el crimen de Diana Quer. Incluso reveló «problemas con un profesor de gimnasia que sería el que acuñó su posterior apodo del Chicle». En el 2002, con 26 años, «intentó dejar a su mujer, Rosario, cuando supo que tenía 14 años. Finalmente, y ante la insistencia de ella, continuaron». El patrón exculpatorio se repite nuevamente en el 2005. Su excuñada, hermana gemela de Rosario con 17 años, lo denunció por violación. La causa se archivó en el 2006 y se reabrió en el 2018 por la acumulación de indicios inculpatorios.

Los ochos forenses aseguran que el acusado actuó movido por el deseo sexual

Abuín negó también que encerrara (diciembre del 2017) a una chica de Boiro en el maletero de su coche, incluso con dos testigos que rescataron a la que iba a ser su nueva víctima, con secuelas diagnosticadas de por vida. Fue condenado y se probó que le movía el deseo sexual. Pero ni así, él siguió haciendo de la huida hacia adelante el mejor clavo ardiendo al que agarrarse. Su gran error fue cruzarse con Diana Quer en agosto del 2016, un crimen que desenmascara al Chicle de por vida.

PRIMERA COARTADA

El atropello. Tras nueve días de juicio, y a falta de las conclusiones, las pruebas en su contra «científicas», «empíricas», «rotundas» e «infalibles» mostradas al jurado popular y al magistrado presidente, Ángel Pantín, demuestran que las mentiras de Abuín también son de patas cortas. «Antes de su detención usó a su entonces mujer de coartada, dijo que fuera A Pobra con ella y un amigo». Otra falacia de la que se desdijo. Luego lio, con amenazas, a dos excuñados para apuntalar otra coartada. También falsa. Incluso ya detenido «dijo que la atropelló sin querer». Otro engaño que duró el tiempo que tardó en conocerse la autopsia. Pero su capacidad para seguir faltando a la verdad fue a más.

OTRA COARTADA

Y dos ubicaciones falsas del cadáver. «Su mujer le retira la coartada y entonces decide hablar. Parece que para ayudar, pero solo busca intoxicar la investigación. Dice, primero, que dejó el cadáver en el polígono de A Tomada (A Pobra) y que se fue a casa». «Sabíamos que era falso por los geoposicionamientos del móvil de Diana». «Nos da una segunda ubicación, ya en el puerto de Taragoña (Rianxo), también falsa». «Al tercer intento nos da la buena, la nave de Rianxo, que cuadraba con nuestras zonas investigadas». Abuín ideó la coartada definitiva a su medida: «Alega que robaba gasoil en la calle Venecia, se la encontró, confundió con una feriante, abordó y mató con la única fuerza de dos dedos». Su abogada, pese a las evidencias, insiste en que colaboró en la localización.

LAS UBICACIONES DEL MÓVIL

Aclaran la privación de libertad. La última tesis de Abuín tampoco es creíble por diferentes motivos. «Sostiene que cogió a Diana en el extremo apuesto de la calle en la que dice que ocurrió», «realmente sucedió en la intersección de las calles Marlés y Venecia». «La celda del repetidor al que estaba conectado el móvil de Diana no tiene cobertura en la calle Venecia», «es imposible que ella estuviese allí». Tampoco robó gasoil a los feriantes, su otra argucia: «Dijo que robó en un camión, y en ese sitio había una furgoneta», «añadió que secó un depósito, y ningún feriante notó nada. Ni hay accesos forzados a los depósitos». Decenas de testigos y contundentes pruebas periciales desmontan sus excusas.

Incluso dando por cierto que víctima y verdugo se encontraron donde dice él, sigue quedando en evidencia: «Asegura que confundió a Diana con una feriante, que no había luz. En la reconstrucción, al darnos el lugar exacto, vemos que hay dos farolas a 15 y 18 metros, a cada lado, que alumbran perfectamente». Las certezas confirman la tesis de la Guardia Civil, el juez instructor de Ribeira, la Fiscalía y la acusación particular, que pasa porque la abordó en la unión de las dos calles para meterla a la fuerza en el maletero de su coche y llevarla a la nave de Rianxo.

LA BRIDA EN EL PELO

Arma el asesinato. La parte forense tiene un papel crucial en los dos otros delitos juzgados: asesinato con alevosía y ensañamiento y agresión sexual. La causa de la muerte fue «el estrangulamiento con la brida y la fractura del hioides [hueso de la garganta]». «La brida tenía una circunferencia de 9 centímetros y en el saliente unos 47», «la circunferencia encaja sin ninguna duda con el diámetro del cuello, también entró un buen mechón de pelo». «El hioides presentaba los bordes fracturados, irregulares y una línea compatible con una fractura. Esa fractura se produjo casi seguro estando con vida, pero muy próxima a la muerte».

Las ubicaciones del móvil de Diana y la brida en su pelo, claves para probar dos de tres delitos

La realidad constatada por los ocho forenses que analizaron el cadáver evidencia que, ya en la nave, viva y tras bajarla por las escaleras que dan al sótano, la asfixió con la brida. Las pruebas son tan concluyentes que enmudecen cualquier especulación planteada. También acercan más a Abuín Gey a la condena por el segundo de los tres delitos que se le atribuyen: asesinato con ensañamiento y alevosía. Especialmente elocuente se mostró uno de los agentes citados a preguntas de la defensa: «¿Qué si podía entrar luz del exterior para moverse en el sótano? Lo dudo, esa parte de la nave está orientado a unas fincas y ahí no se instalan farolas».

DEFINITIVA, LA AUTOPSIA

Solicitada por mandato judicial. Demostrar la agresión sexual, más allá de las divergencias científicas, reabre el debate jurídico sobre si la consideración de una prueba indiciaria resulta suficiente para dictar una sentencia. Los ocho médicos del Imelga fueron contundentes en una cuestión básica: «Estamos convencidos de que el móvil fue sexual». Los tres primeros facultativos, con Fernando Serrulla al frente, estudiaron el cuerpo sin encontrar restos de Abuín: «No hallamos nada, lo cual no significa nada. No hallar nada no excluye nada. De ninguna manera se excluye el delito sexual, las posibilidades de encontrar restos de ADN son ínfimas. También pudo utilizara preservativo». Los otros cinco forenses, con José Blanco Pampín a la cabeza, aportan dos datos cruciales. El primero surge por indicación de la Audiencia Provincial de A Coruña, que solicitó una autopsia complementaria al jefe de Patología del Imelga, Pampín, precisamente por su condición de responsable.

OTRA AUTOPSIA Y UN EDEMA

Probarían la agresión sexual. El facultativo expuso, ya en sala, la localización de un edema en la parte íntima de la víctima: «Puede responder a una situación violenta como es una agresión sexual […] es un fenómeno vital que responde a un proceso de conservación protegido por la saponificación». Está por ver cómo se admite procesalmente también la otra parte de la autopsia complementaria encargada por la Audiencia Provincial de A Coruña. Un trabajo sustentado en el teorema matemático de Bayes, que Pampín defiende como válido en su totalidad y que atribuye a Abuín la violación con un 99,9 % de fiabilidad.

LA RESOLUCIÓN DEL CASO

Cuestión de tiempo. «Íbamos a detenerlo en enero, pero él atacó a la chica de Boiro en diciembre», «por la posición de su coche y los móviles de ambos, lo ubicamos en las escenas del crimen», «en septiembre del 2017 [la nave] ya era una zona sospechosa», «revisamos cerca de la nave», «era cuestión de tiempo llegar». «Sabíamos que trabajó allí», «sus padres viven al lado», «le enseñó la nave y el pozo a su amigo [Iba con Abuín a institutos a ver niñas]», «el amigo lo iba a decir y hubiéramos llegado igual». «Solo había que hacer diligencias y hablar con el juzgado, era solo cuestión de tiempo».