Caso Asunta Basterra

Un ferretero desmonta ‘el intruso’ de Porto mientras Basterra se agarra a su película

Ricardo Pérez Lama y Rocío Beceiro González. Lama y Asociados.

lainformacion.com

Por parte de la defensa de Basterra se ha llamado a declarar a varios testigos, de entre los que cabe destacar a dos de sus hermanos, que flaco favor le han hecho.

La credibilidad de Porto ha quedado muy dañada al saberse que venía contando la historia del asalto a su casa meses antes de que se la relatase a la Policía.

La cárcel de Teixeiro acogerá una noche más a Rosario Porto y Alfonso Basterra, dos personas a los que la verdad parece haber abandonado hace muchos años, visto lo visto en el arranque de esta segunda semana del juicio por el asesinato de su hija adoptiva, Asunta.

El Tribunal del Jurado Nº23/2014 que trata de dilucidar la culpabilidad o inocencia de ambos acusados se ha enfrentado este martes a las comparecencias de varios testigos propuestos por la defensa de Porto, entre ellos el director del centro penitenciario de Teixeiro y el dueño de una ferretería, persona de confianza de la familia.

Por parte de la defensa de Basterra se ha llamado a declarar a varios testigos, de entre los que cabe destacar a dos de sus hermanos, que flaco favor le han hecho.

Pronto ha quedado claro en la fría sala en la que se intentar poner luz sobre el execrable crimen, que se ha decidido abrir la puerta a las mentiras en esta fase del proceso, algo que hace cuestionarse los motivos de los letrados defensores para realizar estas peticiones de comparecencias.

El director del penal de Teixeiro no ha aportado gran cosa a la defensa, salvo el reconocer que Rosario Porto llora mucho en prisión, algo que intenta restar fuerza a la tremenda fotografía que tomó Xoán A. Soler para La Voz de Galicia durante un registro efectuado en la casa de Teo, situada muy cerca del lugar en el que apareció el cadáver. Rosario no lloraba tanto aquel día.

La madre de Asunta, sonriente durante el registro en Teo. XOÁN A. SOLER

La madre de Asunta, sonriente durante el registro en Teo. XOÁN A. SOLER

Si no ha parecido muy útil para Porto la comparecencia del responsable de la prisión, menos lo ha sido la del dueño de la ferretería. Este buen hombre ha venido a relatar que Rosario Porto le llamó para que le cambiara las cerraduras de la casa, alegando haber sufrido la entrada de un intruso en el domicilio.

El problema, grave problema, que el testimonio del ferretero ha causado a la credibilidad de Porto, es que la historia del intruso se la contó el 9 de enero de 2013, tal y como él tenía apuntado en el cuaderno de pedidos de su negocio.

Y esto supone que Rosario Porto iba contando la historia de un intruso nocturno desde hacía tiempo. Mucho antes de la fecha en la que ese presunto asalto habría tenido lugar («a mediados del mes de julio»), en la versión que la acusada ofreció a la Policía Nacional la tarde en que desapareció Asunta.

El asalto nocturno fue en julio según dijo Rosario Porto a la Policía

Caso Asunta Basterra

Caso Asunta Basterra

La patraña queda en familia

Tú y tus jueguecitos. ¿Te ha dado tiempo a deshacerte de eso? Tu imaginación calenturienta nos va a traer problemas.

Las tres frases previas se las dijo Rosario Porto a Alfonso Basterra mientras ambos compartían calabozo el jueves 26 de septiembre de 2013, y se grabaron por orden del juez instructor.

No hace falta tirar mucho de imaginación para suponer qué tipo de secretos ocultaba Basterra, secretos de los que podría haber dado pistas su ordenador personal, de no haber sido ocultado de forma deliberada a los investigadores.

Dicho lo anterior, si la credibilidad brillaba por su ausencia en la jornada, los testimonios de dos hermanos de Alfonso Basterra ha terminado por rematar la oda al infundio.

Mediante videoconferencia, ambos han contado lo que supuestamente vieron durante su estancia en el piso de Alfonso Basterra en el número 8 de la calle República Argentina. Pasaron por el apartamento para asistir al funeral por Asunta.

Según los dos hermanos Basterra, el ordenador del acusado estuvo en todo momento en el piso, y les extraño que los investigadores no se lo llevaran, ¡incluso durante un registro del piso!

Con la esperanza de que, algún día, pueda saberse quién se llevó el ordenador, lo dejó limpio de polvo y paja y lo devolvió al piso para que fuera hallado al tercer registro, no se sostiene la versión que han vendido -con ayuda de la letrada, sin duda- los hermanos de Basterra.

En el portátil de Alfonso Basterra no había ni una huella dactilar de su dueño, con lo que se supone que el acusado lo abría y tecleaba a distancia. Para dotar de mayor peso a la farsa, un perito declaró en su día que se habían borrado de ese portátil más de medio millón de archivos, parte de ellos de carácter sexual.

Basterra, que hacía «inocentes fotos» de su hija Asunta, en poses que no aparecen ni en los más zafios anuncios de prostitución, sigue con su estrategia del desafio. Veremos si se cumple el dicho italiano al final del proceso: Le bugie hanno le gambe corte.